¿conocer o no conocer a mis ídolos? una reseña de "Fan fiction —a satire—"
Esta es la versión extendida de una reseña que escribí para Casi Cielo sobre el fanzine de Tavi Gevinson. Una crítica a Taylor Swift + la ficción como comodín literario + los males del branding
NOTA: contiene SPOILERS.
En cuanto supe que Tavi Gevinson había autoeditado un fanzine y lo había publicado para impresión gratuita, tuiteé que lo quería imprimir. Mi pareja llegó de la oficina con la sorpresa: mi propio Fan Fiction —a satire— (2024), que descargó de www.mirrorball.org.
Sin embargo, sentí una punzada cuando vi que se trataba sobre Taylor Swift.
Al contrario de Tavi, no me considero una swiftie y como ella misma señala, ser fan no es un estilo de vida para todo el mundo. Sin embargo, ser swiftie parece viable para muchas personas. He aquí una breve comparativa: la revista TIME calcula que se vendieron aproximadamente 4.35 millones de boletos para la gira del Eras Tour hasta noviembre del 2023[1], lo cual equivale a más o menos la mitad de la población de la Ciudad de México, según el censo poblacional del 2020[2]. O bien, a la población de Guadalajara multiplicada por 3.5. Entiendo el potencial del trabajo de Swift, pero me considero su fiel detractora, en vista de que no es posible acumular tal riqueza sin dejar una huella ambiental gigantesca, y por ende, humana.[3]
Pero sí soy fan de Tavi y el texto me atrapó.
Conocí el trabajo de Tavi por primera vez cuando alguien me dijo alrededor del 2014 que yo era una Tavi Gevinson, sobre todo, porque aunque yo tenía 15 años, tenía bastante conocimiento sobre diseñadores de moda de culto, como Rei Kawakubo, Alexander McQueen o Miuccia Prada. No obstante, Tavi definitivamente me superaba: cuando tenía 11 años empezó un blog de moda llamado Style Rookie, en el que documentaba sus outfits, hacía periodismo de moda y hablaba de por qué las mujeres no tienen que pedirle permiso a nadie sobre cómo vestirse. Su blog se volvió tan popular que decidió fundar Rookie, una revista online con un estilo maximalista, girly y dosmilero para abordar todos esos temas que podían ser de interés para las adolescentes de la época.
Sobra decir que Tavi Gevinson es una it-girl que creció junto con su fandom. En parte, Fan Fiction habla sobre ello: crecer junto a una figura pública y a las personas que la acompañan. Los 17 años de carrera de Swift son la prueba de que la industria musical se sostiene de sus escuchas, y que un fandom leal es necesario para persistir dentro de ella. Es decir, probablemente la cantante no sería tan prolífica si no fuera por el fandom que la acompaña. ¿Quién mejor que unx fan para intelectualizar su participación? La obsesión, aunque a veces ciegue, te vuelve expertx y rigurosx con mayor facilidad.
Dividido en tres partes, el fanzine abarca una crítica literaria de las canciones de Taylor Swift, la historia personal de Tavi como swiftie… y un intercambio de correspondencia electrónica con Taylor Swift. En el texto, Tavi señala algunas veces que Taylor y ella eran amigas y se alejaron. A mi parecer, porque la autora tuvo que escoger entre ser amiga de su ídolo o no. Así empieza la historia: ya que ambas son figuras públicas, parecen llegar al acuerdo de llamarle ficción. Por este hecho que parece tan simple, no sabemos cuánto de lo que narra en el fanzine en verdad sucedió. Llamar a un trabajo ficción inmediatamente “te libera de las demandas de la autobiografía”.
Fan Fiction es, por lo tanto, un título acertado para un ensayo estrictamente literario con inclinaciones autobiográficas. En él, la sátira juega su parte en lo irónico que se vuelve intentar vislumbrar qué es ficción y qué es realidad. Por ello, tenemos dos narrativas: la real (que, aunque más se fuerce, no hay forma de saber; por lo que permanece como ficción) y la metaliteraria (que es, la narrativa donde el personaje Tavi Gevinson redacta dos ensayos y los comparte con el personaje Taylor Swift).

La sátira se sostiene de la ironía y el humor, y Tavi lo utiliza a su favor. Hay ironía en contraponer una crítica literaria de tono serio con un ensayo biográfico auto-ridiculizante: la autora se sitúa primero como una fuente fidedigna del tema que critica (“…sólo necesito poner una bandera con cualquier contribución única —si Dios quiere— que yo pueda aportar a un tema en el que yo, como Swiftie, me siento competente…”[4]) para después bajarse los humos y hablar de sus vergüenzas como fangirl: lo nerviosa que se sentía y los temas escabrosos que abordó cuando conoció a la cantante por primera vez, o los pantalones caquis de su papá que la avergonzaban.
El tono humorístico se vuelve un poco escabroso cuando la autora habla de las claras diferencias económicas entre ella y la cantante. Sin embargo, nota también que enfrentó desafíos similares a los de la cantante. Por ejemplo, ambas jóvenes artistas cuyas carreras despegaron a una corta edad. Tavi da en el clavo cuando aclara que las ídolos adolescentes son —a final de cuentas— adolescentes. Incluso son fangirls. En ambos casos, el público instaló en el colectivo la imagen de ellas como adolescentes, a pesar de que ninguna de las dos lo sea para este punto. Incluso hay tiktokers que han señalado la posibilidad de que la carrera de Swift se estanque debido a su edad, porque deja de ser creíble esa imagen de la eterna adolescente. Y no dudo que se hayan hecho análisis similares del branding de Tavi Gevinson.
De hecho, todo esto tiene que ver el branding, que es la narrativa que utiliza una marca para posicionarse en el mercado. Entre otras cosas, en cómo hacer sentir a lxs consumidorxs. El branding es exitoso cuando surge un fandom fiel que consuma la narrativa y participe activamente en ella.
En otras palabras, la sociedad del espectáculo está mediada por narraciones ajenas, e inclusive, de nosotrxs mismxs. Al menos así se percibe Tavi como figura pública que ficticiamente se analiza como parte de un colectivo mayor, lxs swifties. Sólo que, a diferencia de la mayoría del fandom, ella sí conoció a su ídolo. ¿Qué tan malo podía ser?
En la narrativa, Swift no le contesta, y cuando por fin lo hace, su mensaje está lleno de sugerencias y comentarios. En general, si el texto trata sobre una persona a la que la autora conoce, la primera tiene derecho a controlar la narrativa: decidir qué quitar, qué añadir… entre otras posibles correcciones y sugerencias. No obstante, el punto desde el cuál comenta Swift (en la narrativa, de nuevo) se siente chocante; tanto para mí (lectora), como para Tavi (personaje). Swift admite sentirse juzgada en el texto por haber querido mantener su poder en la salvaje industria de la música donde no se admite que las cantantes expongan su lado emprendedor:
¿y por qué no estar alegre por el hecho de que la vida personal de una mujer le importe tanto a tanta gente por primera vez? ¿Por qué lo he monetizado como cualquier otra persona en la faz de la tierra?
A lo que Tavi responde lo contrario. Ve en las palabras de Swift cierto temor a la audiencia que hace su fama: “LA FAMA SON OTRAS PERSONAS”. La fama cuesta y las estrellas son víctimas de su propio storytelling mediático. En pocas palabras, la autora está cansada de qué le digan qué hacer, de qué escribir, qué borrar, incluso de su propia historia. Y ahora de su propia crítica. Intelectualizar a su ídolo la llevó a comparar la narrativa de la swiftie con la sensación real de su amistad: “una fisura entre su espíritu y su forma física, entre la realidad y mi corazón adolescente”. Y quizá las diferencias fueron irremediables.
Es muy fácil que una fachada tan grande se desmorone a partir de las acciones de la —verdadera— persona atrás de la imagen, porque la persona es mucho más compleja que su branding por regla general. El argumento de Tavi en contra de su supuesto cinismo, es una breve crítica a la industria cultural y cómo ésta fabrica estrellas, por lo que se posiciona en contra de la victimización de estas y del branding como escondite. Al final, mucha de la basura con la que se sostienen las personas adineradas, se esconde detrás de la fachada del branding.
No digo que el personal branding esté mal, digo que es ficción y que toda ficción se sirve de contar historias que ayuden a generar comunidades auténticas. Los fandoms son producto del branding, pero existen más allá de la mercadotecnia. El peligro está en percibir a lxs ídolos únicamente como su branding porque lleva a una mirada falta de crítica, tanto de las acciones de lxs ídolos como del mismo fandom.
Conocer a tus ídolos no debe representar la caída de su imagen, sino la comprobación de su autenticidad. Y por otro lado, lo importante radica en lo qué hacemos como fans y cómo generamos redes de apoyo a partir del ocio si somos capaces de hacer un consumo crítico: deberíamos poder ser críticxs de la industria que nos reunió y denunciar cada cosa que se sienta antiética. Hoy todo nos parece resistencia, pero el colectivo crítico es lo que genera cambios en la sociedad.
[1] https://time.com/6900208/taylor-swift-eras-tour-anniversary-stats/
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Ciudades_m%C3%A1s_pobladas_de_M%C3%A9xico
[3] https://www.latercera.com/culto/2024/02/13/la-polemica-y-peligrosa-huella-de-carbono-de-taylor-swift/#
[4] Todos los textos entre comillas son traducciones propias de fragmentos extraídos del fanzine.